También se conoce como carbono modificado superficialmente porque durante el proceso que utilizamos para crearlo se altera la superficie del carbono transformando su estructura eléctrica. Durante el proceso, la superficie desarrolla grupos funcionales como el hidroxilo, el carbonilo y el nitro, que facilitan la catalización química. La propia superficie del carbono se convierte en el catalizador, ya que acelera los tiempos de reacción, lo que significa que utilizas menos carbono y no tienes que utilizar mucho equipo para llevar a cabo las reacciones. Este tipo de carbono también puede reciclarse y regenerarse fácilmente.

El carbón activado funciona perfectamente como portador de catalizador gracias a la combinación de una gran superficie, una excelente estabilidad térmica y poros adaptados para facilitar las reacciones. Para soportar el catalizador, la superficie del carbón activado se oxida antes de sumergirlo cuidadosamente en una solución que contiene una variedad de sales metálicas. El buen rendimiento del carbón activado como portador depende de la estructura química de la superficie y de la estructura de los poros. Los efectos finales del carbono catalítico dependen de numerosos factores que afectan a la superficie, como la presencia de radicales libres, qué grupos ácidos están presentes y qué tan bien acepta electrones. Por ejemplo, el rendimiento catalítico para reacciones relacionadas con el hidrógeno mejora para catalizadores como el paladio o el platino cuando soportan el mismo grupo.